Las dos muertes. Mundo Umbrío I, de Jaime Alfonso Sandoval: reseña

Por Gerardo Lima

Hablemos de vampiros… pero no de los chupasangres melifluos de las sagas juveniles estilo Crepúsculo ni de los cachondamente incontrolables (y vanos) monstruillos de series como Vampire Diaries. Nótese que hablo del género juvenil, pues Las dos muertes es una novela “dedicada” al público juvenil (ya se verá después por qué pongo las comillas). Teniendo en cuenta el público al que está dirigida la novela, ¿también se descartan los vampiros clásicos, los vampiros góticos, los vampiros violentos? Sí, aunque no es algo que se lamente al leer una novela tan divertida y refrescante como esta.

Dicen muchas cosas de la literatura infantil y juvenil; se han creado hasta nuevos géneros, como el young adult (un híbrido entre lo juvenil y la literatura “seria”). Algunos la apoyan fervientemente, otros lamentan su existencia. Yo me aboco a pensar que es igual que cualquier otro tipo de literatura o género artístico: hay obras buenas y obras malas, hay autores sinceros y comprometidos y otros mediocres y falsos. Y en esa viña de lo juvenil se encuentran adefesios rosas y cursis como los vampiros de Crepúsculo, los monstruos de tantas series de amor sobrenatural y, también, por fortuna, pueden hallarse criaturas como las de Las dos muertes. ¿Estoy diciendo que la obra de Jaime Alfonso Sandoval es una maravilla? Sí.

¿Qué tiene? Responderé que la novela forma parte de una saga (una trilogía: la novela que me ocupa, La traición y La venganza, todas publicadas por SM), que sus vampiros son humanizados, que su personaje principal, Lina Posada, es una chica “cualquiera” llena de los prejuicios y las cargas hormonales dignas de su adolescencia. Diré que no se omite el viaje del héroe ni los enamoramientos que hacen suspirar a cualquier lector de menos de 30 años, y aun así, diré que funciona. Porque el mecanismo de la novela trabaja estupendamente. Las escenas que construye Sandoval son de una calidad que muchos autores, incluidos algunos de terror, desearían siquiera soñar. Los personajes tienen una personalidad más redondeada que cualquiera dentro de la saga de Harry Potter. El misterio y los secretos se mantienen adecuadamente, al menos hasta esta primera novela. El mundo retratado en el libro es tan fresco y rico que hace que el lector se sumerja en cada pequeña parte de ese universo enterrado bajo tierra. Y la historia está tan bien aceitada que me imagino a Jaime Alfonso Sandoval como si fuera un experto relojero trabajando en una pieza intrincada.

Las dos muertes arranca con la historia de una chica normal, más bien feílla, cuya única aspiración en el mundo es no ser notada y sobrevivir sin muchos aspavientos a la vida adolescente. Por suerte, la chica es muy inteligente. Lina Posada no es una tonta frívola ni es una doncella ni es tampoco una muchachita indecisa entre el amor de un joven o de otro. La elección por parte del autor de otorgarle a su personaje un físico “feo” me parece completamente acertada, pues le da una perspectiva que no tendría Lina de ser atractiva. Por supuesto, no todo será tan fácil para ella. Tras un terrible accidente en donde su vida, y la de su familia, son amenazadas por un grupo de… sí, vampiros… todo en la concepción de la adolescente se trastorna. Para empezar, ella descubre que no es una chica normal, sino la hija de un vampiro y que su naturaleza tampoco es del todo “pura” en el recién descubierto mundo vampírico.

La violencia que recubre la primera parte del libro, aunque velada por el humor sagaz del autor, permite interesar al lector apretando las tuercas en el cuello de su protagonista. Lina Posada inicia su incursión en la historia mediante la sorpresa y el sufrimiento. No es una historia tan blanda, y hay algunos hechos lo bastante truculentos para no hacer tan feliz el paso de la ignorancia a la revelación. Por suerte, y eso hace que la historia nunca se vuelva plana, la naturaleza peculiar, casi intersticial, de Lina Posada, juega en su contra, provocando interés a cada párrafo. Por ejemplo, Lina Posada no es exactamente una vampira; más bien es una “tibia”, una condición nada deseable para los vampiros. Y, por supuesto, también existe un mundo vampírico, un universo muy grande debajo de la corteza terrestre. De hecho, el mundo de Lina no es un mundo propiamente fantástico; el vampiro es tratado más bien como una especie divergente del homo sapiens, un homo hematofagus muy peculiar, pero natural al fin y al cabo.

En ese mundo, Lina no es una fealdad ni pasa desapercibida. Debido a su nariz, su palidez, sus ojeras y otras linduras, la chica es vista como una belleza de corte clásico en el mundo vampírico. Este universo chocará con ella con todas sus fuerzas. Para ello no hace falta más que la familia. Los Pozafría, que es el verdadero apellido de los Posada, son una familia antigua y extremadamente rica en el mundo vampírico, pues conforman una colmena con historia y alcurnia. Pareciera que Sandoval nos recordara que no hay algo más aterrador y peligroso que la familia, y no anda desencaminado. Además, existe una variación terminológica al respecto del vampiro. Ni los Pozafría ni ningún otro No-Muerto es llamado vampiro, sino umbrío, y de ahí, por extensión, el Mundo Umbrío es donde viven esos seres.

Los Pozafría son una familia como cualquier otra, con el aditamento “sanguíneo”. La única chica tibia es Lina, cuya hermosura complica su estatus. La familia estará dividida cuando llegue la protagonista (no podría ser de otra manera). Cada evento o escala al que arriba la joven tibia irá complicando la trama, desvelando también que, detrás de todo el estrés provocado por el conocimiento de su propia identidad, existe una gran amenaza que pende, cual estaca, sobre ella.

Un amigo me había recomendado la novela. Para ser sincero, el título, la portada, todo me había cautivado desde la primera vez que vi el libro físicamente. Pero, por alguna razón, me llevaba algún otro. Ese amigo me hizo ver mi error, de lo que me estaba perdiendo, lo que no veía por culpa de una lectura no llevada a cabo. Y es que Jaime Alfonso Sandoval logra estructurar una saga de fantasía, una novela juvenil original cuyo universo es tan refrescante en el panorama literario del país que, en verdad, es difícil creer que exista. Vampiros creados por mexicanos los hay: pregúntenle a Juan José Rodríguez, a José Luis Zárate, hasta a Guillermo del Toro, sin olvidar a los monstruos de la cinematografía nacional. No dudo que hay referentes “vampirológicos” en nuestras letras, pero la novela de Jaime Alfonso va más allá: toma lo mejor de Harry Potter, ese mundo originalísimo (a pesar de estar tomado de ciertos mitos fundacionales), esos personajes dinámicos, y lo trastoca todo de humor, de un ritmo ágil e inteligente, de una prosa personal y bien trabajada, no solo mexicanizando al vampiro, sino haciéndolo una criatura propia.

Tal vez hubiera preferido tener un mundo mucho más “fantástico” o lleno de una magia más cercana a lo sobrenatural, ya que el vampirismo de Lina Posada es más bien explicado de manera racional. Pienso que, de todos modos, ese recurso termina por voltear el género, el monstruo, y hace que la novela funcione de maravilla. Refrescar un tópico tan mal utilizado, y tantas veces, no es algo sencillo. Pero, para comprobar que puede surgir, desde las tinieblas de un mundo literario empantanado de tantos tópicos manidos, algo diferente, no hay que hacer otra cosa más que leer esta novela. La experiencia es memorable.

Noto que siempre termino por defender la literatura más imaginativa y poco “realista” ante todo el orbe de literatura más cercana a los ámbitos de nuestra muy estimulante realidad. Es un sesgo que reconozco. Dentro de la literatura realista se encuentra una gran cantidad de autores y obras que han aportado verdadero genio y arte a la historia de la literatura. No lo niego. Quienes hayan leído alguna reseña mía comprobarán que también leo literatura realista, o de otros géneros no cercanos a la fantasía, a lo fantástico, etc. Sin embargo, fue este tipo de literatura la que me “enganchó” a la república de las letras. Fueron la fantasía, el terror y la literatura fantástica los responsables de que los libros sean casi una obsesión para mí. Por eso es que celebro que alguien en este país se aventure con una propuesta distinta: una novela que apunte a los jóvenes lectores, o hacia esos lectores a quienes no les importa leer algo “juvenil o infantil” (signifique lo que signifique), porque así podrán recordar lo que significa quedar “enganchado” a la literatura. Y, si a eso se le añade algún vampiro excelentemente construido, qué mejor.

Publicado originalmente en: http://letrarte.gob.mx