Mundo Umbrío: heroínas, vampiros y otras quijotadas

México ya tiene un territorio fantástico en su novísima tradición literaria para niños y jóvenes: Mundo Umbrío. Con él, Jaime Alfonso Sandoval dio la vuelta al mito vampírico y calmó la sed de una comunidad de lectores que quería una trilogía inteligente, llena de humor, referentes locales y litros de sangre.

La especialista en LIJ, Áurea Xaydé Esquivel Flores, seguidora acérrima de la obra, escribió un análisis razonado y palpitante con el que inauguramos una nueva sección en el blog: EXPERTOS INVITADOS. Su reflexión nos conducirá a La Mancha y al inframundo y nos hará pensar en los lugares que habitamos cuando leemos y en las palabras que nos hacen sentir en casa. Sin duda, a ella y a miles de lectores Mundo Umbrío los recibió con las puertas abiertas (y luego las cerró y los atrapó para siempre).

Mundo Umbrío: heroínas, vampiros y otras quijotadas

por Áurea Xaydé Esquivel Flores*

Con enorme gratitud a Verónica Murguía, por nuestras emocionantes charlas literarias.

Prólogo

Hablemos de libros sobre vampiros. Pero no de los libros que se hacen grandes fenómenos mercadológicos y son traducidos a decenas de idiomas o de los que se convierten en películas supertaquilleras mientras que, al mismo tiempo, provocan olas de burlas y ácidas críticas.

No, no… Hablemos de los libros escritos por un autor potosino que estudió cine en la UNAM y escritura creativa en la SOGEM, que es un romántico empedernido, le gusta visitar a los lectores en sus escuelas y se remueve de nervios cuando le dices lo genial que es. De los libros que nacen por peticiones fortuitas y se construyen como respuesta poética a la cursilería y a la banalización al más puro estilo de Cervantes.

Hablemos, pues de la trilogía de Mundo Umbrío y de su autor, Jaime Alfonso Sandoval.

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Los títulos que conforman la serie —Las dos muertes, La traición y La venganza— nos cuentan las aventuras y las cuitas de Lina Posada, quien se entera de la peor manera posible que su padre es un vampiro (fugitivo, encima de todo). Esta noticia (y el hecho de que debe escapar por su vida) la lleva a descubrir una compleja civilización subterránea de nosferatus (u homo cavernus) y familiares tan demenciales como entrañables.

En medio de profecías apocalípticas y terribles encuentros, la joven entiende que, muy a su pesar, es la pieza angular de una guerra en la que participarán los cuatro reinos: tibio (el humano), umbrío (el vampírico), umbro (el vampírico prehistórico) y elemental (el de las fuerzas etéreas). A lo largo de más de 2,000 páginas se nos presentan escenarios increíbles, personajes complejos (por los que no siempre sabemos muy bien qué sentir) y conexiones con otras obras del universo sandovalino (como El club de la Salamandra).

Hablemos mucho, pero les ruego que me permitan comenzar este diálogo con mi experiencia personal.

I. Donde se habla de las semejanzas entre Don Quijote de la Mancha y doña Rosalina Pozafría y sus muchas referencias culturales

Jaime Alfonso ha señalado en varias ocasiones que siempre fue un ávido lector del género del horror y de los libros con temas vampíricos; por ello, le sacaba canas verdes saber que este tipo de personaje se estaba usando para atender fantasías romanticonas unidimensionales, es decir, predecibles, sin matices y cuya oscuridad había sido domesticada hasta el grado de ser risible. Esa fue la razón por la cual decidió escribir su propia saga, a modo de los best-sellers, pero con su visión de lo que significa la vampiridad y sus ideas sobre el mundo.

Lo anterior me hace recordar que hace 400 años se publicó una obra con motivos similares. En ese entonces, las novelas de caballerías llevaban un siglo de popularidad; en ellas, se contaban las historias de valientes y hermosos caballeros que luchaban contra gigantes o infieles, y las damas eran sus principales lectoras. Pero después de tanto tiempo, la situación se estaba poniendo bastante aguada… con algunas excepciones, todo parecía lo mismo. Como burla de esas historias y dándole la vuelta al género, nació El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, la famosa (pero poco conocida) historia de un hombre viejo enloquecido por leer tanto libro de hazañas heroicas.

Aquí comienzan las afortunadas semejanzas, creo yo. Es cierto, Lina no lee obsesivamente historias de chupasangres, pero no por ello es considerada menos “loca”: en el mundo tibio, es la “gnomo sabihondo”; en el mundo umbrío, apela a la razón en medio de supersticiones y profecías… oséase, habla puras cosas sin sentido. Para colmo, Lina es flaca, pálida, ojerosa, con nariz aguileña y orejas grandes… ¡no tan diferente del pobre hidalgo “seco de carnes y enjuto de rostro”!

Ambos, viejo y muchacha, salen de sus apacibles y pequeños entornos para “deshacer agravios, enderezar entuertos y satisfacer deudas”; el primero, porque siente que es su deber, la segunda, por vengar la muerte de un ser amado. Don Quijote es ridiculizado por su avanzada edad y lo anacrónico de su investidura caballeresca; Lina es subestimada por su corta edad, por ser chica y por su anormal amor por el conocimiento. Como buenos héroes de novelas modernas, sólo son entendidos por unos pocos que son capaces de ver el enorme potencial de sus acciones: unos los acompañarán y transformarán su visión de la realidad conforme avanzan por un mundo más grande de lo que imaginaban [1]; otros buscarán detenerlos, convencerlos de que en verdad están locos o usarlos para sus propios fines. Esto puede sonar a muchas novelas de aventuras y de aprendizaje, pero la diferencia radica en la manera en que se estructura la historia.

Al igual que en el Quijote, la red que se teje para construir Mundo Umbrío tiene desde las referencias más “pedestres” hasta las más eruditas (muchas de las cuales se explican en los libros), de tal suerte que se tienden hilos para construir una firme telaraña, en cuyo centro estamos nosotros y la novela, sin miedo a caernos.

Sin duda, están las similitudes con Harry Potter [2], pero en primer lugar, tenemos las referencias sobre folclor y literatura vampírica entre las que se me ocurren las estaquetas Clontarf, armas especiales de punta afilada (Clontarf es el nombre del pueblo irlandés donde nació Bram Stoker, autor de Drácula), los cosméticos Bathory (inspirados en la condesa Erzsébet Bathory de Hungría y su afición a los baños con sangre de jovencitas para mantenerse lozana y bella), el Corazón de Calmet, supuesto remedio para la “enfermedad” de sombrío (que refiere al monje benedictino Agustín Calmet, autor de tratados sobre la aparente existencia de vampiros en el siglo XVIII), el ideal de hermosura monstruosa (parecida al Conde Orlok de la película muda Nosferatu) y los clanes (entre otras posibilidades, me remiten a las diferentes casas del juego de rol “Vampire: the Dark Ages”, publicado por White Wolf).

Claro, también están las referencias a las cosmovisiones de diferentes culturas: la maya, la etrusca, la egipcia, la eslava y, sobre todo, la griega, la cual está presente no sólo en el nombre del terrible Cerberus y las expresiones de la engañosa tía de Lina: Titania Labios Sangrantes, sino también en elementos como los óbolos (moneda del inframundo para pagarle a Caronte, el barquero), el escudo de Estigia o el castillo de Nueva Estigius y su escondite entre planos temporales (el cual combina las funciones de ríos como el Éstige y el Aqueronte; el agua de los juramentos sagrados, la invulnerabilidad y el paso al mundo de los muertos), el papel de Hermes (dios mensajero) para escribir recados, el polvo de sombra de Proteo (dios marino que puede metamorfosearse en lo que quiera), la mansión de Cimeria (mítica ciudad a la que no le pega el sol y donde se puede hablar con los muertos), entre muchas otras que ya no caben aquí. Caray… ¡hasta el mismisísimo descenso de Lina al inframundo (tanto físico como espiritual) me hace pensar en las hazañas de los grandes héroes como Hércules, Odiseo, Eneas e incluso Psique!

Finalmente, mis vivencias me hacen tender otros puentes literarios: además de las resonancias del Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, la idea de una civilización longeva y subterránea, con expertos en artes que combinan ciencia y magia, también la encuentro en Myst: El libro de Atrus y El libro de Ti’Ana de Rand y Robyn Miller; y la forma en que Cerberus se asocia con Ghul me remite al pacto funesto entre Kitiara, la jinete del dragón azul, y Lord Soth, comandante de una hueste espectral, de las Crónicas de la Dragonlance.

Es algo inevitable, ¿no es verdad? Al coincidir sobre los mismos referentes, se produce ese guiño cómplice entre él (autor) y yo (lectora); es probable que algunas de estas conexiones no pasaran por la mente de Jaime Alfonso siquiera, no obstante, yo las veo con toda claridad. Algo similar debe estar pasando con ustedes en este momento.

II. Que trata de las palabras resucitadas y trastocadas en Mundo Umbrío

También tenemos la ingeniosa manera de emplear el lenguaje y el rescate de usos o palabras que parecen ajenos al habla “juvenil” común. En Mundo Umbrío, la elección de palabras clave ofrece regalos insospechados: ‘umbrío’, por ejemplo, significa ‘donde da poco sol’ y, lo mismo que ‘sombrío’, tiene su origen en la palabra latina ‘umbra’ (sombra)… ¡claro, ‘umbra’ se encuentra en el segundo reino, mientras que ‘umbrío’ y ‘sombrío’ están en el tercero! Pero además, estas palabras muestran en sus formas un poquito de su significado: algo oscuro, cerrado, cóncavo y frío… incluso un poco pesado, ¿no lo sienten en la boca?

También está el uso de la palabra ‘redivivo’ (del latín ‘redivivus’), que significa ‘resucitado’ o ‘aparecido’, y, en español, se sabe que ya la usaban en 1753; está ‘grimorio’ (que, igual, casi nadie usa y viene de la palabra francesa ‘grimoire’), el ‘libro de fórmulas mágicas usado por los antiguos hechiceros’; la ‘sanguaza’ que está un poco difícil porque significa ‘sangre corrompida’ o se refiere al ‘líquido del color de la sangre acuosa que le sale a algunos frutos’, y ya existía en el español de 1553; los bocadillos de cuajada son de mis favoritos porque ‘cuajada’ sólo es la versión evolucionada de ‘coagulada’… Leche o sangre, ¡ambas hacen costra! Además, hay ejemplos muy bonitos del uso “a la mexicana” que da gusto ver como ‘chapuza’ (y sus derivados), de origen francés antiguo que en español peninsular significa ‘mal hecho’, mientras que sólo en México significa ‘trampa’ o ‘embuste’.

Una historia no es sólo lo que cuenta, sino la forma en que es contada y Cervantes lo tenía bien claro. Encontrar palabras en desuso dentro de un texto moderno o palabras que han cambiado de significado es como encontrar familiares lejanos (tíos, abuelos, tíos abuelos y mamás Uyü) que no sabías que tenías… ¿les suena conocido?

III. De cómo la lengua “vulgar” bien empleada es materia de goce y de arte

Mundo Umbrío ha sido recibido con una enorme alegría en México (especialmente en la Ciudad), entre muchas otras razones, por un elemento crucial: Marcia (la madre de Lina) y su sabrosa forma de hablar.

Joyas como: “Un despapaye pero plus”, “Abran las orejas y pelen los oclayos”, “Van a pasar un frío canijo, pero ni modo, es una desventaja de haber colgado los tenis”, “De todos modos sigues siendo una escuincla… Que les funcione aquellito no quiere decir que deban usarlo a la de ya”, “Soy un cochino zombi”, “¿Te comiste la torta antes del recreo?” nos hacen unas cosquillas tremendas, mientras que a los lectores de otras latitudes podrá sonarles curioso.

Pues justo por joyas así es que también me acuerdo del Quijote. Una de sus grandes delicias radica en que está lleno de diálogos reales y francas leperadas: se oyen formas de hablar de todos tipos, desde “las gentes de bien” hasta los hosteros, las fregonas, los cabreros y los personajes que vienen de otros lugares y que hablan “raro”. Incluso hoy en día, eso no es muy común.

Es difícil que se publiquen libros para niños y jóvenes en donde veamos escrito eso que oímos todos los días en casa, en la escuela y en la calle por razones pedagógicas, políticas y económicas; pero debido a esa “aura de corrección” que aún carga la letra escrita nos regodeamos deleitosos cuando tenemos la oportunidad de vernos reflejados en ella.

Y es que el lenguaje, además de ser una posesión, también es un hogar. Cuando los mexicanos leemos textos que reproducen maneras de hablar que reconocemos como propias, sonreímos, sentimos un calorcito que nos recorre todo el cuerpo porque existimos también en esas páginas, nuestros discursos están impresos ahí. Lo mismo le sucede a cualquier hablante de cualquier lengua.

Gracias a que Cervantes y otros autores de su tiempo hicieron esto, ahora tenemos muchas pistas de cómo hablaban hace cuatro siglos y, lo que es más, sabemos que estas formas “incorrectas” o “vulgares” de hablar pueden formar parte de las grandes obras de arte.

IV. De los lugares mexicanos y su transformación en personajes maravillosos

Algo muy interesante sucede con los espacios en Mundo Umbrío. El enorme nido de Ubus, la suntuosa mansión de Cimeria, las tétricas ruinas de Balbá, el ajetreado Mercado del Colmillo, el oscuro reino umbro… todos se presentan con una dinamicidad característica de un autor que escribe para la pantalla, sí, pero como en muchas de las buenas obras literarias, encontramos escenarios que al mismo tiempo funcionan como personajes secundarios. Tal es el caso de la Ciudad de México.

En general, narramos las ciudades para encontrarnos en ellas, para pensar y dimensionar el paso del tiempo o para reflexionar sobre la soledad en medio de las multitudes, pero, hasta donde tengo noticia, en la literatura latinoamericana no suelen ser escenarios de acciones aparatosas, a menos que sean novelas históricas. Por eso, imaginen mi sorpresa (o recuerden la suya) cuando leo de pronto que una sección del metro Pino Suárez se derrumba por un ataque con estaquetas Clontarf o que el Panteón Francés (que está casi al lado de mi casa) se convierte en un campo de refugiados nosferatu. En nuestra ciudad pasan muchas cosas horribles que se han integrado a la forma de describirla y reconocerla, ¡pero nada de esa envergadura!

Epílogo

Hablemos de propuestas que se parecen.

Ya sea que se apellide Quijada, Quesada o Quejana o Posada o Pozafría; ya sea que el escudero sea gordo, de lengua afilada y modales toscos o guapo como muñequito de sololoy, dulce y entregado, lo cierto es que el valor de estos personajes, opuestos entre sí, radica en aquello que nos muestran sobre el mundo desde sus perspectivas: el de don Alonso Quijano —el que lo rodea, no el que se imagina— es brutal, es injusto, repugnante y absurdo… pero nadie lo ve porque ya casi todos están acostumbrados; el de Lina Posada no es diferente.

El tono divertido de las novelas perfila con mayor agudeza los momentos trágicos y le da mayor brillo a los espacios de pensamiento filosófico: en el Quijote se reflexiona sobre la valentía, la justicia natural en oposición a la justicia de los hombres y el deber de un ser humano para con otros; en Mundo Umbrío, sobre la relatividad y las dimensiones del tiempo, el amor de familia, el amor de pareja y sobre lo cambiantes que son las valoraciones sociales de la apariencia. En Cervantes y en Sandoval, no sólo se trata de señalar lo que está bien o mal, sino de contemplar las diferentes piezas que arman la complejidad de lo humano y posicionarse frente a ellas.

Es necesario que héroe y heroína parezcan chuscos y hasta grotescos, que dudemos de sus capacidades, que los veamos caer y arrastrarse para que nos identifiquemos con ellos; sus firmes ideales en contraste con sus tristes figuras y a través de la risa irónica, hacen visible la realidad con todo y lo que no queremos admitir sobre nosotros mismos: que somos frágiles, vulnerables, ridículos, secundarios e incluso hipócritas… En fin, que jóvenes y adultos por igual no encontramos un lugar en un mundo que supuestamente es nuestro.

Sólo a través del lenguaje en sus múltiples manifestaciones podemos identificar esa realidad, nombrarla y transformarla: El mundo —tanto de las acciones como de las letras— no tiene por qué ser plano, facilón, predecible, complaciente, aburrido, detestable, aterrador.

Para alivio nuestro (y de Osric, el primito llorón), Lina no tuvo el mismo final que don Quijote: ella, siendo fea, inteligente, memoriosa y necia, sobrevivió a la guerra, al encuentro con los molinos redivivos modificados y al duelo con el Caballero de la Blanca Luna (o Luna Negra)… Ella se quedó loca.

NOTAS

[1] Don Quijote tiene a Sancho y Lina tiene a Gis (quien siempre está a su lado, aunque al principio tampoco le cree mucho). A pesar de lo que puedan creer, no se trata de relaciones entre amos y sirvientes, sino de binomios opuestos: En Cervantes hay flaco/gordo, cortés/rudo, idealista/realista; en Sandoval hay mujer/hombre, fea/bonito (o viceversa, según el mundo tibio o umbrío desde el que se mire), decidida/tímido… Ambos se complementan y, al mismo tiempo, su oposición hace que choquen y dialoguen entre sí.

[2] Javier Munguía, por ejemplo, las señala en su reflexión “Más que un Rowling mexicano” en el suplemento “Confabulario”: http://confabulario.eluniversal.com.mx/mas-que-un-rowling-mexicano/

[3] Con toda la maravilla que representa esta obra, sería irresponsable de mi parte no señalar el pelo en la sopa: la edición, en especial del tercer libro, es muy descuidada. Aquí y allá vemos que se escapan algunos errores ortográficos, inconsistencia en la puntuación y detalles menos discretos, como que falten oraciones o diálogos enteros. No, no me parece que sean minucias; ya sea en libros de ficción para niños y jóvenes o libros de teoría literaria para especialistas, deslices como estos pueden provocar que el lector frene en seco a mitad de su lectura (con todo y chirrido de llantas, como me pasó a mí). Una cosa es que se rescaten “incorrecciones” del lenguaje como parte de la propuesta artística y otra es la falta de cuidado.

 

* Áurea Xaydé Esquivel Flores (Ciudad de México, 1987). Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, amante de las teorías literarias, la filología hispánica, la LIJ, el cómic, el manga, las caricaturas y los videojuegos. Co-organizó las primeras Jornadas LIJeras de la FFyL “José Martí” y trabajó en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM como asistente editorial de la colección Xoc Na, de libros para niños y jóvenes. Es colaboradora en el proyecto en línea “Herramientas bibliográficas electrónicas e impresas para la enseñanza de las teorías literarias” de la FFyL y está comenzando su participación activa en proyectos de la Biblioteca Vasconcelos. Actualmente es estudiante de Maestría en la Universidad Iberoamericana con un proyecto sobre heroínas y narrativa gráfica posmoderna.

Publicado originalmente en Linternas y bosques